A Eiffel (si es posible)
Le escribo a usted, señor Eiffel, porque a Descartes no le soporto y, ya que veo que usted le tiene tanto aprecio, me gustaría enseñarle los esqueletos en el armario de ese filósofo de pacotilla. Sus teorías, que quedan en polvo de pensamiento, me hace reflexionar sobre lo fácil que es hacerse un gran nombre en la sociedad de hoy. Si le soy franco (sincero) no tengo idea de como esta carta ha llegado a mis manos, porque según un hombre de la calle, vio un agujero y de él caer una carta con mi nombre. El hombre encontró mi casa y me dijo que me había llegado una carta, nada más leerla, vi que esta carta podría valer varias teorías sobre el espacio-tiempo, pero como aquel hombre no se acordaba de ningún otro detalle aparte del agujero, la humanidad completa seguirá sentada en ese tema.
Hablemos sobre quien de verdad quiero hablar, como sabrá, las filosofías de Descartes fueron prohibidas en Utrecht, en Leyden y por si no fuera poco también fueron prohibidas a nivel Nacional, en todo Países Bajos. Por lo que usted, señor Eiffel, ¿cree que podemos confiar en las lecturas de un hombre que un país entero ha prohibido? No digo que Descartes no tenga cabeza, pero si fuera usada de una forma mucho más lógica e inteligente, le aseguro que le apoyaría. Además, sus teorías quedan en menos que un pozo que parece de lo más abundante, pero yo le aseguro que no lo es, no tiene fundamentos ni bases, las saca, como se diría en mi querida Westport, “del bolsillo sin monedas”. Pienso que usted señor Eiffel tiene la suficiente mente para ver que Descartes no es más que una faceta pintada de oro, pero que por dentro cabe vacía.
No tengo idea de a donde enviar esta carta, o de sí le llegará a alguien, pero espero que alguien vea la claridad de mis argumentos. Y más no quiero decir, aunque mi corazón lo desea. Sea Eiffel, sea un mendigo, o sea un noble el que lea esta carta, que sepa que algo extraño pasa con este envío entre cartas.
De su agrado
Thomas Hobbes